Tiempo atrás... V




La mañana amarilla se levanta con legañas de domingo y se despereza dejando que la tierra gire sin obligaciones. Los años de Juana son un tributo al movimiento continuo. Juana Pérez mira sus rodillas arañadas y negras, su vestido blanco, jalonado de lunares color barro, y no se resiste a la aventura que le ofrecen las baldosas de la acera, altísimo laberinto que explota bajo sus pies y la obliga a brincar una y otra vez para salvarse del camino minado. Los pasteles que viajan en su mano se marean.

Tiempo atrás...IV



La arena entre los dedos no es más que un abrazo de la playa y a veces, como quien busca el abrazo más grande, se deja enterrar Juana Pérez bajo la tierra y queda su cabeza sola, riendo y mirando alrededor, buscando su cuerpo presuntamente desaparecido hasta que empieza la tierra a temblar y asoma el dedo del pie... un gordo gusano de paseo.

Tiempo atrás...III


¡No seas chicote, cierra las piernas, juega con tu muñeca...! Y entre tanto, esgrime Juana Pérez la espada plástica de su vecino, y se imagina un Marco Antonio con faldas y pendientes. Vaya usted a saber porqué, mamá sigue guardando en el altillo del armario aquellas resplandecientes muñecas sin historia.

Tiempo atrás... II


¡Me aburro! Es el grito de guerra de Juana... y su madre lo sabe y entra al trapo desesperada y le esparce, soborno sobre la mesa, todos los recuerdos que de sí tiene escondidos: cuentos, fotos, abalorios desgastados... todos menos los de sus propios juegos de niña que nunca compartió. Los recuerdos de la madre acabarán siendo los recuerdos de Juana y entonces, aprenderá a leer.

¡De prisa, de prisa...!




No tiene horas suyas Juana Pérez... se fueron hace tanto sus horas que ya no recuerda cómo se marcharon. A veces piensa en buscarlas. Mientras friega los platos, atiende una llamada, hace las camas, fotocopia unos documentos, plancha unas camisas, redacta un informe, hace la cena... Juana intenta recordar por dónde se van sus horas, qué dirección toman cuando creen que no son necesarias. Rememora el desprecio con que las trata, la indiferencia y el rito deshecho con que son sus horas desperdiciadas en la creencia de que siempre estarán ahí.

Tiempo atrás...


Juana Pérez, nace o nació, aún no lo sabe, y no sabe por qué el tiempo se le envuelve en los muslos, en el vientre y por debajo de la barbilla y le hace esas terribles proposiciones... Se había mecido lenta en la gruta amarilla de su madre y en el vientre de una ciudad crecida de espaldas al mar, y aquella noche el Levante, templó el parto con su húmeda mano... Juana Pérez comprende y respira hondo, se da cuenta y abre los brazos. El calendario le empieza a estampar en la frente una fecha caducada...

Nace Juana, o nació, aún no lo sabe...



Se esconde Juana Pérez entre los baúles llenos de días, y se busca Juana desarmada, por todas las letras que esparce en sus tapetes blancos, tan inmaculados de repente, que no logra arañar de negro ni una sola de sus fibras. Recuerda entonces los trazos inseguros de sus pinturas mejorando aquellos cuentos de la madre...