Caza mayor
















Se acurruca Juana cuando llueven filos y alfileres, cuando los rayos ofendidos penetran la piel de la oreja y la desgarran se esconde Juana, se vuelve caparazón, sombra, cucaracha se oculta de la luz herida de los cúmulos que la muelen. Juana Pérez se devora por dentro y se digiere pesada, con el vómito rondándole en las cervicales. Se levanta la veda y aquellos que guardan silencio piden, al suyo, explicaciones.

Puertas de la memoria



Como cualquiera, suele Juana Pérez deambular por los pasillos de la memoria. Las puertas, innumerables, sobrias y pintadas de melancolía, miran sus pasos desde las cerraduras, desorbitan sus molduras formando con ellas espinos, plumas, clavos, colmenas, algodones o sedas, e incluso dientes con deseo que le dicen a Juana cuanto la añoran, que la devoran con su roce y la atraen mordiéndole los codos, los hombros o los tobillos. Juana sabe que contar no es un esfuerzo, pero le da pereza, las mira desde lejos con un velo de desmemoria sobre las retinas y sigue el camino recto, sobre la alfombra transportadora que la aleja y le limpia las suelas del antiguo polvo de sus habitaciones.