Extrema



Va Juana y se enzarza en estúpidas rabietas de petarda. Se vuelve estrepitosa y desembucha carnaza de poner pelos de punta que le salen de la boca o se le van quedando enganchadas en los surcos del cerebro, justo allí donde nunca llega el cepillo de dientes. Arremete Juana con las uñas cocidas en mantequilla y el séptimo cielo esta más bajo que su grito de maruja playera. Nada es bueno y los imbéciles acechan coagulándole la sangre, y se le hincha el vientre como un globo embarazado de memeces. Una solución en peste negra, ya está dicho y Juana como todos, reventada y dejando sitio.