¿No es el amor un cerco de sangre?
¿No es inhumano y maldito?
¿No es la víbora en el corazón,
el amuleto de los desesperados,
la Circe de los celos,
el Cupido sordo,
el amasijo de dardos contra la razón?

¿No es el amor
-cuando se vierte-
una constante onda a los sentidos,
un vacío en el cuerpo llenándose de fugas,
la verdad que se nos miente,
el engaño que nos ama?

¿No es la esencia
y el dolor.
No es el amor el quiebro
y la carencia,
la eternidad
y la fruta?

¿No es el amor, no es?

¿No es la oscuridad de las manos,
deseándose.
La fortuna en dulce,
el acecho de los corazones con escarcha,
un pedazo de viruta
para los regalos,
el enésimo salón de la alegría?



Adicción




               
                        Cada vez le cuesta mas a Juana Pérez reflexionar sobre el fuego, será porque no hace mas que dar vueltas a la hoguera pasando una y otra vez por el punto de partida, asumiendo su necesidad y rechazándola una y otra vez. Lo mira mucho Juana, y a veces alarga la mano para sentirlo, y el dolor y el frío la confunden. Otras, trata de alejarse todo lo que puede, para mirarlo de lejos y concretar así su naturaleza. Pero en general el fuego es siempre fuego. Juana cree conocerlo bien, pero el fuego la mira y la atrapa en sus ojos, en sus incógnitas, en su forma de insinuarse lanzando llamaradas al cielo, reflejándose en su piel, consumiendo poco a poco las raíces que le mantienen vivo.

                          Siempre acaba Juana dejándose llevar por su calor y su fuerza, lo alimenta con raíces inagotables, se sienta a su lado, apoya la cabeza en su pecho, y arde con él.