Ya olvidé la cuenta de las horas solas sola, de los días oscuros y la tela por destierros, de morder el vientre que me ama y alimenta la demencia. Canto tejido negro de viuda despojada de ternuras, reflexión de araña echando harapos a la hoguera. Perdí la costumbre húmeda de víctima para alcanzar la marca de la seda,... exacta. Seguir tejiendo... es todo.
Caza mayor
Se acurruca Juana cuando llueven filos y alfileres, cuando los rayos ofendidos penetran la piel de la oreja y la desgarran se esconde Juana, se vuelve caparazón, sombra, cucaracha se oculta de la luz herida de los cúmulos que la muelen. Juana Pérez se devora por dentro y se digiere pesada, con el vómito rondándole en las cervicales. Se levanta la veda y aquellos que guardan silencio piden, al suyo, explicaciones.
Puertas de la memoria
Como cualquiera, suele Juana Pérez deambular por los pasillos de la memoria. Las puertas, innumerables, sobrias y pintadas de melancolía, miran sus pasos desde las cerraduras, desorbitan sus molduras formando con ellas espinos, plumas, clavos, colmenas, algodones o sedas, e incluso dientes con deseo que le dicen a Juana cuanto la añoran, que la devoran con su roce y la atraen mordiéndole los codos, los hombros o los tobillos. Juana sabe que contar no es un esfuerzo, pero le da pereza, las mira desde lejos con un velo de desmemoria sobre las retinas y sigue el camino recto, sobre la alfombra transportadora que la aleja y le limpia las suelas del antiguo polvo de sus habitaciones.
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