Unas noches, se adentra Juana Pérez por el camino enmarañado y opresivo del sueño enmarcando los ojos de niebla y dejando entre las sábanas sus manos mutiladas. En otras, advierte Juana que la vida es un latido sin apenas tiempo, que el descanso es una urgencia que la ofende, que la luz perdura después del ocaso y teme estafar a la vida con el abandono de la conciencia. Arrecia entonces Juana sobre el vocabulario y empapa con palabras sus tres poros literatos.