Cada vez le cuesta mas a Juana Pérez reflexionar sobre el fuego, será porque no hace mas que dar vueltas a la hoguera pasando una y otra vez por el punto de partida, asumiendo su necesidad y rechazándola una y otra vez. Lo mira mucho Juana, y a veces alarga la mano para sentirlo, y el dolor y el frío la confunden. Otras, trata de alejarse todo lo que puede, para mirarlo de lejos y concretar así su naturaleza. Pero en general el fuego es siempre fuego. Juana cree conocerlo bien, pero el fuego la mira y la atrapa en sus ojos, en sus incógnitas, en su forma de insinuarse lanzando llamaradas al cielo, reflejándose en su piel, consumiendo poco a poco las raíces que le mantienen vivo.
Siempre acaba Juana dejándose llevar por su calor y su fuerza, lo alimenta con raíces inagotables, se sienta a su lado, apoya la cabeza en su pecho, y arde con él.
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