Juana escasea en partos y, sabiendo esto, se sube a la luz metálica y brillante de otros paritorios que la emocionan o asquean. En la mayoría de los casos a Juana le resulta infructuoso el tratamiento y el rechazo se produce incluso antes de haberlo concluido. Nadie duele más a Juana Pérez que el acento estéril,  pero aquellos que son, por su estructura, afines y modulados, estimulan a Juana como una adicción fertilizante. Busca en ellos un ápice de su propio útero, una forma enlazada a la suya que la nutra de óvulos gemelos, una inseminación, a menudo artificial, que le clava uñas a la endometriosis de Juana y la acerca a la ilusión de acunar nuevos mensajes.

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