Siempre va de envolturas Juana, como las pastillas de jabón o los sobres con veneno. A veces, consigue que el celofán se rompa y siembra abrazos, besos, regala algo de la ternura que ha ido recogiendo a puñaditos. A veces deja de forzar la pose y pone en remojo el corazón, o las neuronas, ya no sabe, y sube a lo más alto queriendo, queriendo mucho Juana, a borbotones, y discute con la vida injusta, con el daño constante, Juana discute con el egoísmo y la indiferencia, peleas todas que se pierden luego por lo inverosímil, por lo desiguales. Juana Pérez ha guardado el celofán mientras reñía y ahora, arrugado y abatido, lo vuelve a colocar sobre su rostro.

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