Cazador de sueños

Juana Pérez se defiende eterna. Frente al umbral, introspectiva y tenue, abisal y empática hasta la cólera, nocturna, postular, corrosiva, agrietada, ahíta, deleznable timorata, cáustica terrena, pérgola de nubes y amasijo infructuoso, Juana tiende trenzas al fondo de los fosos que rodean su ente, entra derecha al charco, colisiona en el cobalto eléctrico, surca pozos de loza rajada y agria. Evoluciona. Entre las placas plácidas y aplastadas, Juana enciende y defiende, tirita y habita, consume y asume, cuaja y baraja. Se descompone su vacío, cada vez más hueco y seco, cada elemento más lento, cada mirada más pausada, cada final más letal. Para Juana, la parte última del mundo se asemeja a un portal de plumas blancas.


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