
Hablan los viejos, cuentan su pasado pan, sus pasados pasos, y los escucha Juana Pérez entornando las ventanas de ahora y dejando que sus ojos pongan rostro y casa a las historias. Deja Juana que la ensoñación se apropie del entorno, que otras voces, ya muertas, ahoguen el presente con su imponente presencia. Se arrebuja en los recuerdos de odio y quimeras, de herencias, de amores y bromas, guerras, vencidos, y gestos guardados en ajenos calendarios. Se escuece Juana, o ríe con los viejos, las antiguas peleas por la vida. Porque su tiempo empieza a ser pasado, Juana pasea el de los viejos como una niña que camina por los años.