
La mañana amarilla se levanta con legañas de domingo y se despereza dejando que la tierra gire sin obligaciones. Los años de Juana son un tributo al movimiento continuo. Juana Pérez mira sus rodillas arañadas y negras, su vestido blanco, jalonado de lunares color barro, y no se resiste a la aventura que le ofrecen las baldosas de la acera, altísimo laberinto que explota bajo sus pies y la obliga a brincar una y otra vez para salvarse del camino minado. Los pasteles que viajan en su mano se marean.